Encontrar
buenos unipersonales es una tarea ardua y azarosa, pero los hay. Si se
descree de esta afirmación no hay más que acercarse al renovado Teatro
El Picadero un domingo por la tarde y comprobarlo.
Lo sorprendente de La historia del Señor Sommer es, sin dudas, Carlos Portaluppi:
durante 60 minutos desarrolla su relato sin permitir que la atención
del público se disperse con ningún pensamiento interruptor o sonido
externo a la puesta. En eso, su gracia es extrema.
El
texto original es del alemán Patrick Süskind –al menos lo recordarán
por su novela El perfume- y la puesta se lleva adelante bajo la
impecable dirección de Guillermo Ghio (quien también se encargó de la
adaptación). En ella, un hombre llega a un espacio -incierto, impersonal
y en transición- que logra despertar sus más íntimos recuerdos de la niñez y adolescencia.
La metamorfosis es el fenómeno que se da en el escenario. Cuando el relato planta como protagonista a un chico de ocho años, Portaluppi se convierte en uno que trepa árboles y fantasea con volar o con una cita infantil, pero perfecta, en el medio del bosque.
Cuando el narrador avanza sobre su primera adolescencia, Portaluppi adquiere
la edad de 13 años y se lo creemos. El actor logra con delicadeza que
se acepten las convenciones y en el medio de la escenografía una
escalera de pocos metros sea el árbol más grande y hermoso de Unternsee.
Apelando a lo más rico que tal vez tenga el fenómeno teatral, la cabeza del espectador, La historia del señor Sommer
nos pasea por lagos y montañas de tierras lejanas, mientras su
protagonista va dilucidando viejas penas y alegrías, resignificándolas
con el entendimiento del hombre adulto que el paso de los años hizo de
él.
Ver la obra vale la pena.
Dónde: Teatro El Picadero. Pasaje Santos Discepolo 1857.
Cuánto: 80 $.
Cuándo: Domingos a las 18:00.
Texto: Ariana Perez Artaso.
Ficha técnico-artística
Autoría: Patrick Süskind.
Actúa: Carlos Portaluppi.
Dirección: Guillermo Ghio.
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