Encontrar
buenos unipersonales es una tarea ardua y azarosa, pero los hay. Si se
descree de esta afirmación no hay más que acercarse al renovado Teatro
El Picadero un domingo por la tarde y comprobarlo.
Lo sorprendente de La historia del Señor Sommer es, sin dudas, Carlos Portaluppi:
durante 60 minutos desarrolla su relato sin permitir que la atención
del público se disperse con ningún pensamiento interruptor o sonido
externo a la puesta. En eso, su gracia es extrema.